Un recorrido cualquiera

En mi barrio hay una sastrería. Tiene apariencia de tienda normal de ropa para hombre, pero junto a la puerta hay un cartel que pone «Sastrería. Se hacen trajes a medida». Hoy pasaba por delante y he visto a un señor mayor, muy mayor, encorvado, de movimientos muy lentos, que con un cubo metálico con agua y jabón, y una bayeta puesta en un palo, limpiaba ceremoniosamente los vidrios del escaparate. Me he imaginado que era el señor sastre. No es la primera vez que le veo, y alguna vez, muy de mañana, al encontrarnos solos en la calle me ha sonreído. Me lo he imaginado dando puntadas con la misma lentitud y dedicación con la que limpiaba el cristal de su tienda. En el cruce de la calle había dos señoras hablando, que también le miraban. La una le decía a la otra: «este señor morirá con las botas puestas».

Luego, en el metro, han anunciado que había un tramo cerrado, «a causa de un incidente provocado por una persona ajena». Este tipo de mensaje siempre me hace pensar lo peor, y el año pasado, al coger la Renfe, lo oía demasiado a menudo.

Ya en el vagón me he fijado en dos señoras mayores que estaban sentadas enfrente de mí. No alcanzaba a oír del todo la conversación, más allá de palabras sueltas, pero parecía que era algo personal. Me ha sorprendido comprobar después que no se conocían, se han preguntado su nombre y se han intercambiado el número de teléfono. «Mañana la llamo y le doy la dirección exacta de la asociación» decía una de ellas. «Sí, por favor», respondía la otra, con tono de sollozo. Me he quedado pensando de qué hablarían y en cierta forma me ha recordado a cuando yo acabo hablando con desconocidos en el tren o en el metro y quedando después con ellos.

No sé por qué escribo esto ahora, la verdad. De repente he echado de menos cuando tenía un blog en el que explicaba cada día alguna pequeña cosa cotidiana, como si fuera importante fijar en la memoria un simple recorrido como este. Puede que tenga que ver con los tickets antiguos que he ido encontrando esta semana en los bolsillos y con Carmen Martín Gaite, claro, pero esto es tema para otro post.

6 comentarios

guapa febrero 7, 2013

Me gusta tu cotidianidad y tus encuentros inesperados que se transforman en amistad, te animo a que escribas más, nos deleitas

paola vaggio febrero 7, 2013

Qué intriga lo de las señoras que se han dado el teléfono. A ver si han ligado XD Yo también escucho las conversaciones de los demás, me encanta inventar vidas y motivos. Un placer leerte, Nuria.

Mar febrero 8, 2013

Me gusta la historia del sastre, una profesión que siempre me recuerda al Sastrecillo valiente uno de mis cuentos preferidos.
Un recuerdo bonito y sencillo, no como el HTML 😉

V. febrero 8, 2013

Escribe más. Como mejor ya no puedes, pues entonces más.

Sparkling febrero 9, 2013

Tú no saber por qué escribes. Pero a mi me ha gustado mucho leerte… Besos y burbujas.

Sofía febrero 20, 2013

Qué entrañable el señor sastre. Ayer, en un recorte de periódico viejo, leí: «¿Por qué escribe? Es como si me preguntara por qué respiro», contestó la entrevistada. 😉

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