Me pregunto si ahora leo menos

Yo de pequeña leía. No hacía otra cosa que leer, de hecho. Los libros de la biblioteca, las instrucciones de cualquier electrodoméstico, los carteles en las farolas, los subtítulos de las series en euskera, la publicidad en el buzón, los ingredientes en las cajas de cereales… Allá donde hubiera letra impresa, allá que me detenía a leer lo que fuera. En mis tiempos universitarios continué con esta costumbre, lo cual hacía que me enterara de todos los cursos, eventos, talleres o cualquier actividad que se desarrollara en el campus, ya que no podía dejar de leer todos los carteles que salían a mi paso. Leía muchos apuntes (más de otros que míos) y también libros de la biblioteca. No existía internet todavía, al menos en mi entorno.

De un tiempo a esta parte tengo la impresión de que cada vez leo menos, sin embargo, si lo analizo bien, aunque sólo sea por mi trabajo, me paso el día leyendo. Leo informes, análisis y documentos. Leo artículos y ensayos sobre temas profesionales. Leo blogs y más blogs. Leo mails, una infinidad de mails. Leo monólogos y diálogos en 140 caracteres. Leo manuscritos. Todo lo leo en una pantalla. ¿Y por qué tengo la sensación de que ya no leo «tanto como» antes? Porque ya no leo «como» antes. Ahora leo en bytes, en la red, lo que significa, al menos en mi caso, que mientras que leo ya estoy pensando en una respuesta (comentario, tweet, post en mi blog, apunte para el trabajo, mail a quien enviar un contenido, aplicación para probar…) a lo que leo. ¿Es esto mejor o peor que estar sentada en el sofá o en el tren con un libro? No lo sé, simplemente compruebo que me sucede así.

Tras esta comprobación, me paro a pensar en los libros electrónicos, esos sobre los que últimamente se habla tanto, en muchas ocasiones como si fuera algo radicalmente distinto a los libros en papel. Los libros electrónicos comparten con internet que se componen de bytes, unos y ceros, con lo que se puede facilitar búsquedas y cambios de tamaño o de visualización de la letra, pero comparten con sus respectivas versiones en papel su contenido, la historia que narran, una historia que generalmente nos sumerge en un mundo particular que seguimos de manera lineal, de la primera página a la última.

¿Cambia mi forma de leer sentarme en el sofá con mi ereader o sentarme en el sofá con un libro en papel? Para nada. ¿Cambia mi proceso previo a la lectura? Muy poco en realidad. Si antes iba a la biblioteca y sacaba prestado un libro o iba a la librería -menos- y lo compraba, ahora voy a internet, localizo lo que quiero leer (y no hablo de piratear, sino de buscar contenidos abiertos que me interesan, agruparlos en un solo documento si es el caso y convertirlos a .epub) y lo copio en mi ereader para leerlo como si de un libro se tratase.

Me gustaría leer más por placer y menos por trabajo, aunque reconozco que soy una viciosa, que no me canso de aprender de otros y por lo tanto no puedo evitar dedicar también parte de mi tiempo de ocio a navegar aquí y allá leyendo y leyendo. A ver si me reformo.

2 comentarios

namaga noviembre 7, 2011

Buena reflexión editora, yo garantizo que sigues leyendo en papel todos los componentes de cualquier ingrediente que hay sobre la mesa 😛

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