Siete cuestiones en las que el amable lector probablemente nunca ha pensado

Michael Ende, en su fantástico texto «Cuarenta y cuatro preguntas al amable lector«, planteaba, entre otras cuestiones «¿Dónde tiene lugar lo que sucede entre un lector y su libro?». En esta pregunta, que en mi memoria en realidad se formula de manera un poco diferente («¿Qué sucede en el espacio que queda entre un lector y su libro?»), Ende utiliza un acertado «su», un posesivo, porque efectivamente cuando un lector abre un libro y lo comienza a leer, ese texto deja de pertenecer a un autor para pasar a formar parte por completo del lector, que se apropiará de él en base a sus experiencias, lecturas previas, recuerdos, deseos, sueños, temores… en fin, todo aquello que nos conforma como personas, y a la sazón, como lectores.

Yo antes que editora (editora en minúsculas, con carrito) soy -o al menos fui, quise, o quiero ser- Lectora, revelación que ya intuía desde pequeña, pero que se me presentó con absoluta claridad leyendo «Si una noche de invierno un viajero…», de Italo Calvino. Y como Lectora, la verdad es que todas estas discusiones que se mantienen alrededor del mundo editorial no me interesan demasiado, porque lo importante es lo que dice Ende, el espacio entre yo y mi libro, u otras cuestiones también de alta importancia como «¿Qué hacen los personajes de un libro cuando nadie lee el libro?».

Sin embargo, antes de que un libro pase a ser mío como lectora, ha pasado por diferentes manos, el autor, el agente, el editor, el distribuidor, el librero… sometiéndose a unas condiciones en las que los lectores nunca (o casi nunca) pensamos. Así que hoy, volviendo a casa en el tren (esas interminables esperas -ayudas a la creatividad cortesía de Renfe-) se me ha ocurrido apuntar algunas de estas cuestiones, en plan esquemático, simplemente a modo de curiosidad o culturilla general sobre el mundo del libro visto desde el otro lado, y sin pretender ser exhaustiva en ningún momento.

1) ¿Por qué no hay «rebajas» en los libros?

Si para comprar ropa o una tele espero a las rebajas, ¿por qué los libros no bajan de precio por estas fechas? Bueno, pues porque existe una ley muy curiosa, la «ley del precio fijo», por la que se prohíbe a los libreros -y a las grandes superficies- hacer descuentos (el máximo permitido es del 5% -el que aplica de serie la FNAC, por ejemplo-, o el 10% en Sant Jordi y Ferias del libro). Así el precio lo marca cada editor, y es inamovible, un libro costará igual en cualquier sitio (dentro de un mismo país en la que rija esta ley, como es España) y en cualquier fecha (rebajas o no).

Lo malo es que si como editora quiero hacer una promoción especial y vender mi libro en mi web más barato o hacer un superdescuento a mis fans en Facebook (por decir algo), tampoco puedo, porque el precio es inamovible. Y no puedo aunque mis libros no los quieran en ninguna librería y termine viviendo rodeada de cajas.

(Hay matices en todo esto, pero no entro, porque el tema del precio fijo daría para muchas conversaciones. Recomiendo leer el excelente artículo sobre este tema de Julieta Lionetti para el último número de la revista Trama y Texturas: De eso no se habla)

2) ¿Y cuánto de ese precio fijo llega al autor?

Depende del autor, claro, pero lo normal es que sea entre un 8 o 10%. O sea que si escribo un libro y se vende a 15 euros, ganaré como mucho 1,5 euros por libro, si consigo vender 1.000 (voy a ser optimista), habré ganado 1.500 euros y… ¿cuántas horas, días, meses habré empleado escribiendo ese libro? Mejor ni lo pienso, vaya.

3) ¿Y cuánto gana la librería?

También depende, pero más o menos entre un 25 y un 35% del precio de venta al público. En total, entre la librería y la distribuidora (la que lleva los libros de las editoriales a las librerías) se quedan alrededor del 50% o hasta el 60% del precio del libro.

4) Los libros electrónicos, a nivel legal, son considerados «software»

-igual que un videojuego-, no libros, por lo que tienen un IVA del 18%, mientras que los libros en papel -con idéntico contenido- sólo soportan el 4% de IVA. Inevitablemente este hecho afecta a su precio final.

5) Los derechos de autor en muchos casos se negocian a nivel territorial,

con lo que una editorial puede comprar los derechos para publicación en Argentina, y otra para España (sería un caso raro, pero perfectamente posible). Esto que en papel no genera mayores problemas, supone una barrera para el formato digital. Así, si estás en España y quieres comprar un libro en una tienda americana, no podrás hacerlo, porque generalmente el ebook tendrá un dato en el que se indica para qué países está disponible desde esa tienda (según los acuerdos de las editoriales, los agentes y los autores), y si España no está, no hay nada que hacer (bueno, hecha la ley, hecha la trampa, pero tampoco es tema de este post ahora mismo).

6) El ISBN se ha privatizado

El ISBN es un número de serie que por ley están obligados a llevar todos los libros suelen llevar todos los libros. Era obligatorio hasta el 2009, pero ya no, como se explica en la web de la Agencia del ISBN. Es como el DNI de cada libro y sirve para diferenciarlos y localizarlos entre la multitud de bases de datos. Hasta ahora, era un servicio gratuito, pero resulta que desde este año 2011, este servicio se ha privatizado y pasará a costar dinero, todavía no dicen cuanto, quizás unos 3 euros, que no parece mucho, pero una vez abierta una vía para sacar dinero a los editores, el miedo es que suba y suba sin parar. Además, antes se pedía individualmente, es decir, editabas un libro, pedías el ISBN correspondiente y unos días después te lo enviaban, pero ahora se tiene que pedir en packs de 10, vayas a editar 10 libros o no, tienes que pagar su ISBN igualmente. (Toda esto se aprobó mientras se discutía la Ley Sinde, pero nadie hablaba de este tema que desde luego no ayuda a la promoción y creación de cultura). Recomiendo leer el post El día que a los lectores, a los autores y a los pequeños editores nos robaron el ISBN», de Álvaro Sobrino.

7) Los escritores a veces no escriben tan bien

Aunque nadie lo piense, resulta que la labor del editor, es… ¡editar! O sea, valorar, aconsejar, guíar, corregir si hace falta al escritor, todo para llegar a la versión definitiva de un texto que sale a la luz. Y además de eso, también está el invisible trabajo de los correctores de texto (yo lo he sido mucho tiempo), que pulen todo y nos libran tanto de faltas ortotipográficas como de estilo. Es un trabajo muy desagradecido, porque sólo se ve cuándo está mal hecho (o cuando las editoriales prescinden del corrector, que últimamente, vistas las faltas que se ven por ahí, diría que es una práctica lamentablemente demasiado habitual).

8 ) ¿Piensa que es casualidad

si, angustiado por problemas vitales, tiene usted de pronto entre las manos, justo en el momento adecuado, el libro adecuado, lo abre justo por la página adecuada, y encuentra exactamente la respuesta adecuada?

La pregunta, por supuesto, vuelve a ser de Michael Ende 🙂

20 comentarios

Ex-editora julio 13, 2011

Lo siento, soy de la opinión que la nueva crítica americana hizo mucho daño con todas esas teorías sociopsicológicas que concedían la mayor importancia al lector antes que al autor o al propio texto, y nunca podré estar de acuerdo con ellas. Un libro no es del lector ni puede juzgarlo, analizarlo, comentarlo o simplemente leerlo en base a sus experiencias personales o lecturas previas, que es algo que suena tan romántico como pueril y falaz. Un libro debe analizarse, comentarse y leerse a la luz de las experiencias del autor, de su intención comunicativa, de sus dilemas y demonios personales y de la época histórica que le tocó vivir. El lector puede aportar bien poco, y además es posible que no disponga de la cultura, sensibilidad o intelecto suficiente para hacerlo, y esas lagunas que se le pueden presentar a la hora de comprender el texto o interpretarlo no las puede suplir con sus vivencias, es inaceptable. Quizá soy demasiado academicista, pero todo lo demás es pura retórica.

Ex-editora julio 13, 2011

Con el punto 7 estoy completamente de acuerdo 🙂

editora julio 13, 2011

@Ex-editora
Caray, qué bien que un post mío suscite un comentario tan encendido. La verdad es que no conozco la nueva crítica americana, ni las teorías sociopsicológicas, ni pretendía hacer con mi post ningún tipo de crítica seria sobre el modo de entender la literatura. Los puntos que planteas darían para todo un debate, sobre todo porque por lo que dices aquí el lector en tu opinión tiene un papel totalmente pasivo ante el libro, cuestión con la que no puedo estar más en desacuerdo. Que los libros cambian según el momento en el que los leemos es algo que -desde un punto de vista emocional, no desde el punto de vista de la crítica académica- es indiscutible. Pero en fin, yo soy una romántica, qué le vamos a hacer (es más, precisamente por serlo no llegué a acabar a la carrera de Filología Hispánica -que había empezado con el entusiasmo con el que se empieza, porque sí, una segunda carrera-).

Y sí, el punto 7 es tan cierto como poco reconocido 😉

A. julio 13, 2011

«Un libro no es del lector ni puede juzgarlo, analizarlo, comentarlo o simplemente leerlo en base a sus experiencias personales o lecturas previas, que es algo que suena tan romántico como pueril y falaz. Un libro debe analizarse, comentarse y leerse a la luz de las experiencias del autor, de su intención comunicativa, de sus dilemas y demonios personales y de la época histórica que le tocó vivir.»

Tenía yo un profesor de crítica literaria que le diría que lo romántico es precisamente lo que ex-editora propone en la segunda parte de su argumentación, a saber, que lo romántico es pensar que un libro sólo puede leerse y/o entenderse si conocemos la vida del autor, confundido con el narrador. Por cierto: ¡qué manía con echarle la culpa de todo a los americanos! 😉 La culpa la tienen el postestructuralismo y Derrida, que de gringos, cero. Franceses y bien franceses.

A. julio 13, 2011

(bueno es que aquel hombrecillo no hacía más que hablarnos de «la différance» de Derrida o como se diga y a mí me dejó traumatizada para los restos). Luego los gringos lo hicieron hijo adoptivo de Berkley, pero eso fue más tarde.

A. julio 13, 2011

Bueno y ya que estamos, no nos olvidemos de Roland Barthes que es el que más culpa tiene.
¡Pero si hasta mató al autor!
😉

Ex-editora julio 13, 2011

Es que me gusta mucho hablar de este tema 🙂 Y no, el del lector no es un papel totalmente pasivo, pero se le ha aumentado hasta concederle el que no el corresponde, me explico:

Resumiendo mucho, las tres principales vías que ha seguido la crítica a lo largo de su historia han sido:

– La focalizada exclusivamente en el autor y su época histórica (crítica del siglo XIX, sobre todo la francesa, muy ombliguista).

– La focalizada en el texto, que toma al autor como algo circunstancial (crítica europea de principios del siglo XX, con las nuevas vanguardias), que también es una opción muy válida y la más adecuada para corrientes poéticas como el surrealismo, y que puede dar pie a considerar que el libro supere a su autor, tenga vida propia e incluso explique al autor y no al revés.

– La focalizada exclusivamente en el lector y sus circunstancias personales, que es, perdonadme si hiero sensibilidades, la cosa más aberrante jamás planteada (la nueva crítica norteamericana de los años 50). Esta corriente ha hecho mucho daño porque ha llevado a pensar a la masa (normalmente inculta en términos literarios, decidme si no qué otra cosa lee el gran público que no sean best sellers) que «cualquiera puede ser crítico» y a desvalorizar la labor de la crítica académica, aunque también aportó cosas positivas, como que Europa dejara de mirarse el ombligo y la importancia a otras literaturas marginales, como la feminista, la homosexual o la de otras razas («la negritud», de la cual los filósofos franceses de los sesenta fueron firmes defensores y contribuyeron a difundir a muchos autores entonces coloniales).

A. julio 13, 2011

Pero Ex-editora, la reader-response criticism no es de los cincuenta (New Criticism, la falacia de la intención, bla bla, sino un poquito posterior (Fish, Holland, etc. – a menos que hablemos de otra cosa y yo me confunda).

En cualquier caso, es indisoluble, que diría la masa telesovietizada. La crítica académica tiene su sitio y cumple su función (entre las cuales está, naturalmente, la de ganar pasta, si no de qué), pero a mí como lectora que lee por gusto puede o no aportarme. No hace falta ser mediavalista para emocionarse con el Tapiz de Bayeux, y dudo mucho que un medievalista por friki que sea pueda recibir ese texto como lo haría un campesino normando del siglo XII. Además, dices: «El lector puede aportar bien poco». Es que el lector no tiene nada que aportar. Pa qué. «y además es posible que no disponga de la cultura, sensibilidad o intelecto suficiente para hacerlo». Depende. Volviendo al tapiz de Bayeux, a sus receptores/lectores/espectadores iniciales, aquellas personas para las que se creó, se les presuponía una cultura y una sensibilidad más o menos escasillas. Por eso se lo pusieron en plan cómic: «y ahora viene Haroldo y hace tal, y luego viene Guillermo y hace pascual». Todos aplaudiendo en la catedral, como en un programa de la tele. El texto cumplía una función y la cumplía en ese contexto. Y ahora se expone en un museo, vamos, lo vemos y nos parece divertidísimo y compramos postales y cuadros. Esa es nuestra «aportación» como lectores modernos.

Bueno, que divago.

Ex-editora julio 13, 2011

A., tienes razón, puede que me confunda con las fechas y las corrientes, pero década arriba década abajo el trasfondo es el mismo 🙂
Tienes razón también en que la teoría de la recepción lectora es importante, cómo se ha recibido un mismo texto a lo largo de los siglos, eso es indiscutible y forma parte igualmente de la crítica literaria. Tampoco hablo de lo que un texto te aporte a ti o no como lectora, ni de que un texto sea o no capaz de despertar sensibilidades, qué duda cabe. Lo que me preocupa y me ha preocupado desde que me dedico al mundillo literario es la utilización que el público lector ha hecho de estas teorías para justificar sus críticas y argumentaciones, en muchos casos erróneas y plagadas de confusiones, lagunas o ínfulas y para definirse a sí mismo como «parte imprescindible». Lo que he dicho antes, que todo el mundo se crea capaz de hacer crítica literaria basándose muchas veces en opiniones insustanciales, y eso es algo que por desgracia he presenciado a menudo.
Perdón si soy muy pesada.

editora julio 14, 2011

La verdad es que no creo que ningún lector en sus cabales se vea como «crítico literario» cuando emite un juicio de valor o recomienda un libro. Yo en mi revista, por ejemplo, publico opiniones de lectores sobre libros que les han apasionado, porque precisamente me interesa ese punto de vista y esa subjetividad, frente a las sesudas críticas de Babelia, que están muy bien para culturizarme y aprender, pero en las que nunca me queda claro si el libro le ha gustado o no al crítico (exagero un poco).

Los artículos que salen en mi revista, escritos por lectores (que aparte también son periodistas, o editores, o dependientes de librería o amas de casa, o incluso profesores universitarios de Literatura), al igual que los escritos por mí, jamás pretender sentar cátedra ni mostrarse como nada más allá de lo que son, una recomendación sobre un libro que nos ha emocionado.

Aparte de todo esto… ¡mi post no iba sobre crítica literaria! Era más bien una especie de «el sector del libro para dummies» pero creo que hemos asustado a los amables lectores 😉

Barbie Pinypon julio 14, 2011

¡¡Qué tema tan interesante Nuria!!

Y sobre el debate subyacente..¿qué puedo decir? Yo soy lectora, únicamente y en minúsculas, y me pierdo en las fechas, en los nombres y en las teorizaciones infinitas.
Como lectora en proceso de profesionalización sé lo que me gusta, pero eso es cambiante, por lo que no es científico..ergo…¿no es profesional? Me da igual. A fin de cuentas somos los lectores los que tomamos la decisión de comprar, los que leemos e interpretamos, los que hacemos nuestra o rechazamos una historia.

Y ya desvariando un poco… ¡¡Por favor!!! Alguien puede levantar la roja directa al editor de las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana?! A veces como lectora tengo la sensación de que me toman el pelo!! No me lo puedo tragar todo, y yo..que soy una simple lectora y no una editora profesionalconcarreramastersytodolodemás, creo que editaría mejor esa historia tan preciosa!!

Perdón, me descontrolo. Es que el mundo epistolar me encanta tanto y lo encuentro tan maltratado editorialmente!!

editora julio 14, 2011

@Barbie Pinypon Anda, no sabía de ese libro de cartas de Gabriela Mistral, pero promete ser interesante… ¿tal mal editado está? ¿qué le han hecho?

A. julio 14, 2011

Yo estoy contigo Nuria en lo de que el lector lee y punto. Y además, lee con un sentimiento de posesión muy suyo: mis libros son míos, y que venga alguien a tocármelos (con la cosa electrónica sería «mis bits son míos, maricarmen»). Yo no creo que ningún lector se crea «imprescindible» y personalmente soy consciente de que mis opiniones me interesan a mí y poco más. Pero tampoco me creo la impostura de muchos autores de «yo no escribo para los lectores». Ja. Ya, claro. Y por eso te vas de gira y das ruedas de prensa y ganas pasta. And pigs fly.

«Lo que he dicho antes, que todo el mundo se crea capaz de hacer crítica literaria basándose muchas veces en opiniones insustanciales, y eso es algo que por desgracia he presenciado a menudo».

Pero… ¿cuál es el peligro? No es «crítica literaria». Entre Babelia y el New York Review of Books va un mundo (a favor del segundo, claro está). Y entre el NYRB y el Literary Journal de no sé dónde, otro. Cada cosa tiene su sitio; la crítica académica sirve para que alguien escriba en el Journal of Banana Studies y otro le responda en el Tropical Journal of Papaya Studies y poco más, para inflar el CV y para justificar que «se investiga», esta o aquella beca y lo que todos conocemos. Y a veces (pero sólo a veces) para que el conocimiento avance. Y Babelia sirve para vender lo que los que pagan quieren que se venda. Pero al lector eso le da igual. Creo.

Besos 🙂

A. julio 14, 2011

Añado que lo que han conseguido los señores de las leyes del precio fijo es que, desde hace años, yo compre aproximadamente un 80% de lo que leo en países anglosajones (y me gasto un pastizal). Qué le vamos a hacer. Ellos se lo pierden.

Ex-editora julio 15, 2011

Sólo una puntualización, para no repetirme: cuando hablo de crítica literaria, no me refiero a la «crítica» que se hace en Babelia o en cualquier otra publicación actual. Por Dios, no. Eso forma parte del marketing editorial y obedece a intereses comerciales, como los premios literarios o los rankings de más vendidos. Con crítica literaria me refiero a la historia crítica, la que ha establecido el canon de los clásicos, la que estudia a los grandes, a los imprescindibles, la que diferencia a Faulkner de Follett, aunque se parezcan en el nombre. No os confundáis en esto, por favor, ni dejéis que os confundan.
De los grandes autores, los clásicos, sí me creo que no escriban para los lectores. Eso sólo lo hacen los que, como bien dices, sólo se preocupan de publicar, alcanzar fama y ganar pasta. No todo el que publica es escritor. Me dan pena los que se creen escritores sólo por haber publicado (que hoy en día es algo que puede hacer cualquiera). Y grandes escritores jamás publicarán ni están interesados en hacerlo.

A. julio 18, 2011

«Con crítica literaria me refiero a la historia crítica, la que ha establecido el canon de los clásicos, la que estudia a los grandes, a los imprescindibles, la que diferencia a Faulkner de Follett, aunque se parezcan en el nombre».

Yo creo que hablamos de cosas distintas. Lo que Nuria planteaba era que «ese texto deja de pertenecer a un autor para pasar a formar parte por completo del lector, que se apropiará de él en base a sus experiencias, lecturas previas, recuerdos, deseos, sueños, temores…» Lo que tú planteas me parece más cercano a «no puedes leer a Shakespeare si no eres Harold Bloom» o, en su defecto, si no has leído su Canon y lo aceptas como un padrenuestro. ¿Realmente crees que el crítico (en sentido académico) es un intermediario necesario? ¿Que sin la crítica no sabríamos leer?

Aroa julio 21, 2011

“ese texto deja de pertenecer a un autor para pasar a formar parte por completo del lector, que se apropiará de él en base a sus experiencias, lecturas previas, recuerdos, deseos, sueños, temores…” Lo que tú planteas me parece más cercano a “no puedes leer a Shakespeare si no eres Harold Bloom”

Estoy siguiendo vuestro interesante debate y personalmente a mí, que adoro a Shakespeare, lo que no me gusta es que cualquier juani de barrio (o película adaptada de Romeo y Julieta para adolescentes) se apropie de él «en base a sus experiencias, lecturas previas, recuerdos, deseos, sueños, temores…”. Sinceramente, eso me parece un sacrilegio.

A. julio 21, 2011

La gente se apropia y reapropia de todo tipo de cosas constantemente, incluidas las juanis de barrio… Negar eso supondría negar 35.000 años de creación artística (o más los que sean).

A. julio 21, 2011

Y creo que no mentimos si decimos que toda la historia de la humanidad y del Arte es una reapropiación constante. Yo no veo dónde está el problema. Por otra parte, no hace tanto que el concepto de autoría nos parece una cosa irrenunciable y sacrosanta (nota que me recuerda un amigo: leamos Pierre Menard, porsiaca).

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