Hoy no estoy contenta conmigo misma. Porque he dejado que me vencieran las responsabilidades (trabajo, pareja, carné de conducir -el dinero que cuesta una clase si la cancelo-) y yo tenía que haber estado hoy en El Boalo. Lo sabía desde ayer, cuando hablando con Amaia (con quien hace 5 años compartí viaje alocado a El Boalo que resultó en las dos bañándonos en la piscina de la Gaite con unos bañadores de los años 50 o 60 que nos prestó la mismísima Ana María Martín Gaite) me dijo que esperara, que intentaríamos ir juntas a la visita guiada que hay el viernes 31. Le dije que tentada estaba de enviarlo todo a la mierda y plantarme el 24 en El Boalo, pero que vale, que esperaría. Y después me hice a mí misma la reflexión de en qué momento nos habíamos hecho mayores, en qué momento habíamos cambiado los viajes locos por las visitas guiadas.
Y seguía con esa idea en la cabeza esta mañana cuando a las 8.20 he recibido un mensaje privado de Jenn Díaz, otra de esas escritoras a las que quiero conocer (y con la que no acabo de quedar a pesar de compartir ciudad o eventos, porque no he sido capaz de vencer mi timidez y acercarme a saludar cuando la he tenido a unos metros), otra gaitena «lletraferida» que me preguntaba si yo iría hoy a El Boalo y que cómo se llegaba, y que ella iría en bus, porque por cosas de la vida estaba justo en Madrid.
Y yo le he dicho que no, que no podía, pero me he quedado pensando y pensando que tendría que coger un autobús en Soria, que total de aquí a Madrid son solo 3h, que si cogía el de las 9.30 podría estar allí a las 12.30, tarde sí, pero quizás a tiempo de llegar a El Boalo, y que tendría que dejarlo todo e ir para allá. Pero no lo he hecho, y la decisión es solo mía, por lo que no puedo culpar a nadie. Sí, un trabajo como autónoma que podría haber hecho desde un autobús con conexión, o un dinero que hubiera perdido por las clases, o una pareja disgustada por dejarla sola el día de su santo aunque le había prometido que haríamos un plan juntas. Sí, tenía responsabilidades, pero podía haber decidido no tenerlas. Y ya lo dice la Gaite en su libro «Las ataduras»:
Nunca está uno libre; el que no está atado a algo, no vive… Las verdaderas ataduras son las que uno escoge, las que se busca y se pone uno solo, pudiendo no tenerlas
Y luego Jenn Díaz escribe
Acabo de pasar cinco maravillosas horas con Ana María Martín Gaite. Cuando me despierte, lo cuento.
Y no dejo de pensar «¡Lo sabía! Yo tenía que haber estado allí», todo me indicaba que yo tenía que ir, lo mismo que el día que nunca conocí a la Gaite yo vi en un periódico que aquella misma tarde había una conferencia suya en Madrid, y yo estaba en un pueblo en las afueras, y quise ir, pero los amigos con los que estaba (las ataduras que elegí entonces) me convencieron de que pasara la tarde con ellos y que la mañana siguiente me acompañarían a la casa de la Gaite y que entonces podría verla, pero luego todo fue una fatalidad, y aunque la Gaite me llamó por teléfono nunca llegué a coger esa llamada y unos meses más tarde aquel titular de telediario y desde entonces la ausencia, siempre la ausencia y siempre la idea de no dejar pasar las oportunidades, de hacer siempre lo que siento que tengo que hacer, y sin embargo hoy la historia se repite, como en un espejo años después y sí, el día 31 hay prevista una visita, y sí, iré, pero quién sabe si entonces estará también Ana María (y desde luego ya no estará Jenn Díaz) y quién sabe si todo será de nuevo una fatalidad.
Me siento un poco como si hubiera traicionado la memoria de la Gaite, esa escritora a la que nunca conocí y que sin embargo cambió mi vida, literalmente, no como se suele decir que tal o cual libro nos ha cambiado la vida, sino que de no haber sido por ese desencuentro muchas cosas después no hubieran pasado.
Y no sé si me juzgo de una manera muy dura, pero si algo me prometí a mí misma cuando murió la Gaite fue que nunca más, que nunca más dejaría de hacer algo que sintiera que debía hacer. Y yo sabía que hoy tenía que estar en El Boalo y no he estado. Y ahora toca recomponer otra vez este camino. Veamos qué sucede el 31.
Un comentario
¡Eres muy dura contigo! Siente, únicamente, que habrá otro momento. El de hoy lo has elegido pasar con otras personas, no como una atadura, sino como una elección.