Los amorosos

Autor: Jaime Sabines

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

Un comentario

josito mayo 18, 2008

Corrección: querrás decir «descubierto gracias a que Urquijo y González lo convirtieron en canción». Mara Torres se limita a comunicarlo. Supongo que será deformación profesional eso de confundir el medio y el mensaje, el autor y el comunicador. Al César lo del César. Digo yo.

Conste que te hago un favor, no una crítica: cuántas veces se acusa a los periodistas de crear las noticias, como pareces sugerir en tu entrada, agradeciendo a Mara lo que ella no ha hecho y se limita a repro-decir (se me permita el palabro).

Correcciones aparte: gran texto, hermosa canción y enormes autores don Jaime y don Quique.

Serían más hermosos los versos si no fueran mentira.

Todo el mundo sabe que el amor y el desamor son entelequias, pura literatura.

Todo el mundo sabe que el amor no es más que el miedo a sí mismo disfrazado y perfumado.

Todo el mundo sabe que el amor es una forma de huir. Lo único que construye el amor son hipotecas a 30 años, planes de pensiones, cunas, colegios, empresas, ejércitos (amor patrio).

Puta manía de entender el amor como sectario, personal, cuando no hay nada que adocene y someta más que la promesa de amor eterno. Eterno como esas hipotecas.

Pues eso, qué bonita la literatura. Mientras no te la creas.

Puto insomnio. Bendita blogosfera.

Deja una respuesta