Historias del tren

Venía absorta escribiendo sobre mudanzas y viajes, utilizando el libro «La passió segons Renée Vivien» como soporte, con una caja redonda de galletas de mantequilla sobre las rodillas. De repente tenía delante de mí una señora mayor de aspecto extraño debido a que no tenía dientes y llevaba un parche en el ojo. «¿Me puedes dar una?», ha dicho mientras señalaba la caja de galletas. Mi cara de sorpresa ha debido de ser mayúscula. «Si hace falta te la compro», ha continuado. «No, no es eso, es que está vacía…», le he respondido. Una mujer al otro lado se ha unido a la conversación: «¿Se la puedes enseñar?». Lo he entendido todo cuando he visto el niño pequeño que no dejaba de mirar mi caja de galletas al que se refería la segunda mujer. «Es que su abuela siempre le da de estas pastas y al verte a ti se ha empeñado y no para quieto…». Me he reído y para mostrarle al niño que la caja estaba realmente vacía, la he abierto y me la he puesto de sombrero.

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