La búsqueda del interlocutor

Un día me encontré por casualidad con Ana Martín Gaite en un autobús y eso desencadenó que yo, un tiempo más tarde, en julio de 2010, acabara en El Boalo invitada a una cena que los amigos de Ana hacían para acompañarla el día que se cumplían 10 años de la muerte de Carmen Martín Gaite. No sé muy bien cómo ni por qué acabé allí. Yo sólo había asistido a la misa que se dio en honor de la Gaite (ceremonia que muy pocos sabían que se celebraba) y al salir me acerqué para dar mis respetos a Ana. Me invitó a quedarme, y aunque por timidez mi primer impulso fue decir que no, ella insistió y así acabé acompañando a un grupo de gente (todos desconocidos para mí) a comprar ginebra y tónica al súper del pueblo.

La primera con la que hablé, que se acercó curiosa a mí (se debía de preguntar quién era yo para estar allí con ellos) fue una chica llamada Laura. Le conté mi historia de casualidades con la Gaite y ella también me compartió alguna anécdota. Me cayó simpática. Un poco más tarde, que yo me quedé rezagada, se acercó una señora de más edad a decirme (casi susurrarme): «es Laura Caprile», a lo que yo contesté «ah», porque me sonaba vagamente el apellido, pero no tenía ni idea de quién era. Pensé que debía de ser una escritora o periodista famosa y me sentí fatal por no conocerla, así que no pregunté. También estaba por allí el hermano de esta Laura, Lorenzo, que había leído en misa un texto sobre Carmen Martín Gaite, y la madre de ambos, una señora-señora muy particular, que me estuvo explicando cómo su hijo Lorenzo se había hecho íntimo de Ana Martín Gaite por ser vecinos en El Boalo, y las penalidades que había pasado ella cuando llegó de Italia a España y tuvo que criar a todos sus hijos (los Caprile no sé cuántos eran, pero parecían muchísimos) y arreglar la casa donde vivían, que, por lo que contaba, poco menos que se caía a trozos.

Pero aparte de toda aquella familia, el único que estaba allí cuyo nombre sí conocía, era José Teruel, que me constaba que estaba haciendo la edición para Círculo de Lectores de las obras completas de Carmen Martín Gaite. Pude hablar con él un poco y me preguntó cuál era mi libro preferido de la Gaite. Le contesté que «La búsqueda del interlocutor», y ahora, que leo la Correspondencia entre Carmen Martín Gaite y Juan Benet (rigurosa, y diría que amorosamente editada por José Teruel, con prólogo de él mismo), pienso que esa respuesta fue la mejor que tuve en toda la noche. Yo no dejaba de sentirme una intrusa, y estaba obsesionada con qué pensarían los demás sobre mí, y más todavía cuando me vi sin poder volver en autobús a Madrid, teniendo que esperar a la fuerza a que la cena (y la post-cena) se acabara para que alguien me llevara de vuelta a casa. Con José Teruel me hubiera gustado hablar muchas cosas (incluso coincidimos en el coche de vuelta), pero mi timidez irreductible me estaba convirtiendo en una persona cada vez más pequeñita e invisible. Ahora, leyéndole, sigo lamentando esos ataques míos de esconderme y desaparecer, porque aquella tarde-noche hubiera sido un gran interlocutor.

pd: tras la cena me aparté un poco del grupo y aproveché para llamar a mi guapa. Como ella tenía internet, le pregunté si me podía mirar quiénes eran esos Laura o Lorenzo Caprile que parecían tan importantes (por algunos comentarios en la cena, sobre bodas y trajes de ciertas personalidades). Así fue como mi guapa me informó: «nena, si es el diseñador de moda que viste a las infantas… ¿¿¿qué haces ahí???»

3 comentarios

Néstor mayo 4, 2012

He leído tu comentario a una entrada que escribí en nuestra gaceta cultural. Siento la tardanza tengo varias cosas entre manos. La verdad es que también he visto el vídeo de «descarrilamiento» y es precioso. Estuve buscando todos sus poemas, pero sucede una cosa. No es fácil encontrar ediciones de las poesías de Gaite, sólo se encuentran en ediciones recopiladas (que buscan hacer caja realmente) y caras. Creo que esto, junto con la falta de conocimiento de algunas personas sobre esta grandísima escritora, es un símbolo de lo poco valorada que está Carmen en nuestros días. No hay día que oigamos hablar de una Matute, un Vargas Llosa o una Almudena Grandes, a los cuales aprecio mucho (son grandes), pero detrás de su aprecio se oculta un interés económico y publicitario. Quien hoy lee Llosa es alguien reputado… quien lee Gaite, no. Y si nos ponemos ya en un Cela o un Baroja, estamos anticuados. Por lo menos queda la esperanza que sigue habiendo gente como nosotros que mantenemos encendida la llama de los grandes.

Néstor @rotsenzehcnas

Gemma junio 26, 2012

Comparto contigo la predilección por ese título. Cuando lo lei, hace ya unos cuantos años, me fascinó. Estaba estudiando Filología Hispánica e hice algún trabajo sobre él. Después leí todo lo que escribía Carmen Martín Gaite sin darle tiempo a enfriarse y aun hoy sus libros reposan en mis estanterías recondándome cuánto disfruté leyéndolos.

Gemma tomas abril 3, 2018

Increíble, inolvidable Carmen Martín Gaite

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