Mi padre, que nació en el año 1934 (se casó con 40 años y nos tuvo ya mayor para su época), de chaval era pastor, lo normal en un pueblo pequeño de Burgos. Un día, tendría él unos 14 años, estando con su primo con las ovejas por la montaña, oyeron un gran estrépito y luego vieron salir humo. Acudieron corriendo al lugar y se encontraron con una avioneta estrellada, en la que iban dos chicos jóvenes de 18 o 20 años. Intentaron ayudarles como buenamente pudieron, pero ya no había nada que hacer, habían fallecido.
Estos jóvenes resultaron ser dos chicos franceses que estaban pasando unas vacaciones en España y cuando vinieron las familias desde Francia para recoger los cuerpos, una de ellas preguntó por los chicos que habían intentado ayudar a su hijo. Allí se presentaron mi padre y su primo, y la familia en cuestión, aunque nada les reparase el dolor de la pérdida, les propuso que se fueran con ellos a Francia, que cuidarían de ellos como si de un hijo más se tratase, como si llevarse a aquellos dos desharrapados que debían de ser mi padre y su primo en aquella época hiciera más leve el vacío que dejaba la muerte de su hijo.
Mi padre, que era algo más pequeño que su primo, no quiso irse con aquella gente que hablaba raro a un país totalmente desconocido. Su primo, sin embargo, no se lo pensó dos veces y volvió con ellos a Francia. Allí le dieron estudios, le pagaron la carrera, se convirtió en ingeniero (y el primer licenciado de la familia) y con el tiempo acabó heredando todo lo que hubiera sido para el chico que murió en la avioneta.
Hoy día todavía viven los dos y mi padre y su primo se intercambian postales de navidad puntualmente, no hay un año que se les pase. Cuando yo era pequeña aquellas postales con un matasellos extranjero me tenían totalmente fascinada. Sé poco de este señor, la verdad, salvo que un golpe de mala suerte de una familia francesa para él supuso un tremendo golpe de buena suerte, y escapar del destino de pastor que le esperaba en el pueblo. Sé también que tiene una hija que trabaja en la embajada española en París. Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si mi padre hubiera aceptado también el ofrecimiento. Probablemente yo no estaría aquí. O yo (que no sería yo) sería francesa y trabajaría en una embajada.
Pero no, mi padre (y nunca he entendido por qué), prefirió quedarse cuidando ovejas, y más tarde fue obrero en una fábrica y conoció a mi madre, se casaron y se trasladaron en el año 78 de Basauri (donde nací yo) a Vitoria, a seguir trabajando en la misma fábrica, en lo que fue el gran salto cualitativo en nuestra calidad de vida, porque en Vitoria se respiraba aire puro -explica mi madre- y no la contaminación del Bilbao industrial de la época.
Hoy la noticia del día en Soria, «Dos personas fallecidas en un accidente de avioneta en Garray» me ha llevado a buscar información en Google sobre esta anécdota familiar y me he encontrado la noticia del descubrimiento de los restos de la avioneta en el ABC, el 12/05/1948. La sorpresa ha sido que ahí viene una foto no de mi padre, sino de su hermano, y de su primo. Y además, la historia tampoco es como yo la acabo de contar, sino que la avioneta se estrelló un 24 de abril y tras mucho buscar las autoridades por la zona (la embajada francesa por lo visto prometía una suculenta recompensa, ya que los fallecidos eran de una familia de cierta importancia) fueron mi tío y su primo quienes la encontraron por casualidad. Es curioso también comprobar que en esas fechas (ya mayo) la avioneta estaba prácticamente enterrada en la nieve.
No sé si mi padre se inventó una versión de los hechos más dramatizada en la que él era el protagonista, o si fui yo -probablemente fuera yo- la que guardó en su memoria la historia tal cual la he contado, porque, ¿a quién no le gusta de pequeño imaginar a su padre como héroe de un rescate? En todo caso, yo toda la vida fantaseando con una vida paralela en Francia, una vida que podría haber sido de mi padre, pero a la que renunció, y resulta no había ningún golpe del destino reservado para él.
Actualizado en junio de 2016 para añadir que la escritora Carla Montero supo de la historia de la avioneta y del primo Cecilio porque veranea en el pueblo de mi padre y que ha basado en ella su última novela: «El invierno en tu rostro», publicado por Plaza&Janés.
3 comentarios
La vida te estaba reservando una vida mucho más interesante que trabajar en una embajada…
La verdad es que es una gran historia, dramatizada o no. Además quizá tu padre no hubiera sido más feliz si hubiera ido a Francia, sin conocer a su mujer y sin tenerte a ti de hija. 😉
Un saludo.
Que hermosa historia de anhelos, fustraciones y héroes casuales.