La noche del viernes la pasé en San Sebastián con un amigo. A Aitor le veo como mucho un par de veces al año, casi siempre el día 30 de diciembre, en el que tenemos el pequeño ritual de pasear bien por la playa de la Concha, bien por el parque de La Florida. Nos conocimos hace 9 años, en una situación extraña en la que yo me iba a Inglaterra y él a Alemania, con lo que las posibilidades de un reencuentro se reducían mucho. En aquella reunión, le vi por primera vez, y sin haber hablado con él, supe que era alguien que se iba a quedar. Unos días después, nos encontramos en las escaleras de la facultad, nos saludamos («tú eres el de la beca a Saarbrucken, ¿no?», «tú la de Canterbury…») y ahí empezó todo.
Este fin de semana paseamos, fuimos al cine, nos pusimos al día, le hablé de mi chica (mucho), me contó una historia dura que le había obligado a enfrentarse a lo que creía de él mismo… Hablamos mucho y dormimos poco. Por la mañana desayunamos en casa, preparé un té, él tendió la ropa, salimos a la calle, me regaló un paseo en moto por la Concha y el monte Igeldo, con parada obligada en el Peine del Viento, y por último me enseñó su lugar de trabajo.
Aitor, después de vivir en muchos lugares (como Alemania, El Salvador y Argentina) trabaja ahora en el edificio que ocupa el teatro Victoria Eugenia. Me mostró las bambalinas y la parte de atrás del escenario. Entonces, me invitó a atravesar el telón y a colocarme en medio del escenario, preparado para la representación de la obra Antígona. Platea, anfiteatros y escenario estaban en penumbras; desde mi posición tenía una vista privilegiada y única del teatro, una vista que como espectadora nunca podría tener. «Voy a buscar las luces»… y de repente, el teatro que se ilumina sólo para mí, y yo sonriente, consciente de vivir un momento único, dueña de un escenario mágico.
4 comentarios
Ya, y tú, como si nada, pensando: «no, yo es que pasaba por aquí…»
Vaya tela, tu vida y tus historias, para disfrute del personal.
¿O tu memoria es más impostora que la del resto de los mortales?
Jaja, besotes.
que mi memoria es literaria, nunca lo he negado, pero también juro y perjuro que mi memoria no inventa nada de lo acontecido…
por ejemplo, podría contar que Aitor trabajaba en El Salvador en una organización llamada «Pro-búsqueda», o podría contar que se fue a El Salvador a buscar niños perdidos en la guerra, y en los dos casos estaría diciendo la verdad… todo el mundo tiene sus historias, lo importante es saber narrarlas
Exacto, todo el mundo tiene sus historias, y está claro que ni dios tiene las tuyas, ja.
Pero ya sabemos que la cosa es dejarse llevar y no planear, y así pasan cosas. Luego lo agitas un poco en la cabeza, le das brillo y esplendor, así, como quien no quiere la cosa, y te sale un novelón, una peli surrealista o… un modesto post, depende de las ganas de trabajarlo, claro.
Besotes.